imán1
(Del fr. aimant).
1. m. Mineral de hierro de color negruzco, opaco, casi tan duro como el vidrio, cinco veces más pesado que el agua, y que tiene la propiedad de atraer el hierro, el acero y en grado menor algunos otros cuerpos. Es combinación de dos óxidos de hierro, a veces cristalizada.
2. m. Gracia que atrae la voluntad.
1. m. Hierro o acero imantado.
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De todos es sabido, supongo, la importancia que el magnetismo o la atracción ejercen en nuestra vida. Ésta fuerza rige la gravedad, las mareas e incluso las órbitas que siguen los planetas y los satélites alrededor del sol (y estoy incluyendo sólo, por excluir campo, nuestra galaxia).
A principios del siglo XIX se descubrió, además, que toda corriente eléctrica que circula por un conductor lleva asociada un campo magnético. Tal principio es igualmente válido con referencia a las corrientes bioeléctricas de las neuronas y de las fibras musculares. Estos campos biomagnéticos reflejan en forma directa los cambios de actividad de diferentes órganos, tales como el cerebro y el corazón.
Nuestro cerebro funciona con energía bio-químico-eléctrica. Y donde electricidad hay magnetismo.
Hay infinidad de teorías sobre el amor. Más o menos románticas. Más o menos científicas. Y voy a aportar mi grano de arena a tanto embrollo. Aviso que, como todas mis teorías, está absolutamente carente de todo criterio que no sea el mío, lo cual no es de mucho fiar. Pero esta vez he unido el empirismo, la investigación, la esperanza y una frase de una amiga que ha valido de fuerza motriz a mi cerebro, maltratado profundamente por la época pre-navideña en la que nos encontramos.
Dejo a un lado en este momento las teorías románticas sobre el destino.
Desde el campo de la psicología, diferentes estudios demuestran la influencia que tienen nuestros recuerdos infantiles al decidir de quién nos enamoramos. Tanto los conscientes como los inconscientes. Así, se afirma que mediante un proceso neurológico que tiene sus orígenes en la niñez, ya hemos creado un mapa mental de cómo será la persona de quien nos enamoramos.
Interesante, ¿no?
Pues también voy a pasar de las teorías psicológicas.
Este post es totalmente científico. Y tiene tela si tenemos en cuenta que viene de alguien tan de letras que necesita lápiz y papel para hacer sumas sencillas.
El amor, amigos, no son más que los efectos de la acción de ciertas sustancias químicas. Unas sustancias que afectan a cerebro, glándulas suprarrenales y aparato genital.
Los efectos son ampliamente conocidos. Se origina una especie de revolución interna que convierte lo racional en irracional, la prudencia en torpeza y la serenidad en nerviosismo. Así comienza ese proceso aprensivo de absoluta idiotez tan delicioso que llamamos amor. Esa especie de fascinación que hace que dos personas se queden "enganchadas" y sean capaces de pasar horas hablando o haciendo el amor sin sentir cansancio ni sueño.
¡Todo es producto de una reacción química! Desde el más leve rubor a la erección más recia.
El cerebro se encarga, a través de impulsos eléctricos, de enviar las señales adecuadas para la liberación de todas esas yonoseque-inas.
La cuestión es que toda esta actividad, esta atracción bioquímica, decae pasados dos, tres años según la mayoría de los científicos. Tu cerebro ya no emite los impulsos eléctricos que liberan esas sustancias. Se pasa a una fase que se podemos denominar "de pertenencia" que da paso a un amor más sosegado, dominada por otro tipo de sustancias, las loqesea-inas, que nos provocan un sentimiento de seguridad, comodidad y paz. A esta etapa les sigue el hastío, la rutina, la monotonía. Y es ése el momento de lucha o evasión. Fight or flight.
Hasta aquí no es que haya descubierto la pólvora. No he hecho más que soltaros lo que he vivido y leído en multitud de ocasiones, pues, como sabréis, todos mis romances (y han sido unos pocos) terminaron por expirar. Ahora va mi reflexión:
¿Quiere esto decir que todas las historias de amor están condenadas al fracaso? ¿Que toda la pasión del principio, que toda esa revolución se va a acabar? Pues, en la mayoría de los casos, sí.
No hay motivo para desesperarse. Una relación puede durar una vida entera si trabajamos en ella, si aprendemos a asumir que habrá un momento en que debemos aceptar el cambio por algo menos intenso pero más profundo. Esto no es fácil, pero pasa. Conozco a muchas parejas que lo consiguen. Que se lo trabajan.
También hay muchas que no superan esa fase. Que descubren que después de la borrachera de hormonas no les queda demasiado que compartir. Uno de los miembros de la pareja, o los dos, no están dispuestos a trabajar e, irremediablemente, todo acaba.
Existe otro caso. Conozco a una pareja de ancianos, con los que estuve emparentada hace un tiempo, que tras las bodas de oro seguían tan enamorados como el primer día. Eran cómplices en todo, se reían juntos, hablaban durante horas de cualquier tema, y ¡no paraban de meterse mano! Ella pasaba con una cacerola, él le daba en el culo, ella se subía a buscar algo a una silla, él se agachaba a mirar por debajo de la falda. Era absolutamente increíble y una delicia ser testigo de aquello.
¿Es posible? ¿Cómo se consigue algo así?
Es ahora donde os explico mi teoría.
Las sustancias químicas que causan el amor son liberadas por impulsos eléctricos del cerebro. Todo impulso eléctrico lleva asociado un campo magnético. Emitimos ondas electromagnéticas al exterior y las absorbemos igualmente. ¿Y si ese impulso eléctrico estuviera provocado por el campo magnético de otra persona? Resulta sencillo de imaginar.
Queda por resolver lo de cómo hacer que ese "amor" dure para siempre. Y es aquí donde entran los imanes y su tipología a darle sentido a todo.
De manera sencilla podemos definir un imán como un cuerpo o dispositivo con campo magnético, de forma que tiende a alinearse con otros imanes. Y los hay de varios tipos.
Los imanes naturales también llamados imanes permanentes son lo que existen de manera natural, conservan su magnetismo sin un campo magnético externo. Para conseguir los imanes naturales más potentes se utilizan los elementos que se encuentran en las tierras raras.
Los imanes artificiales también llamados electroimanes son los que se consiguen artificialmente, por ejemplo, al pasar electricidad sobre un alambre con una bobina, el tornillo se convierte en un imán. Al cortar “el campo magnético” la electricidad, desaparece la imantación del tornillo.
La ventaja de los electroimanes sobre los imanes permanentes es que el campo magnético de los electroimanes puede ser fácilmente controlable. Sin embargo, tienen la gran desventaja que se necesita constantemente energía eléctrica para mantener las propiedades magnéticas.
Lo mismo ocurre con el amor. A menudo nos sentimos atraídos por imanes artificiales que hacen necesaria la aplicación de energía para mantener las propiedades magnéticas. Y podemos hacer que estas relaciones se mantengan trabajando en la dirección adecuada. Y este trabajo debe ser en equipo, de lo contrario ese campo magnético terminará por desaparecer.
Otras veces nos sentimos atraídos por imanes naturales, de campo permanente. Aquí el trabajo es mucho más sencillo, pues ese imán no perderá sus propiedades. Seguirá provocando en nosotros esa atracción. Sin embargo, tenemos que suscitar el mismo interés en la otra persona, debemos ser un imán natural que produzca esa maravillosa reacción en la otra persona. Por lo cual tampoco tenemos una probabilidad total de éxito, aunque las perspectivas son mucho más halagüeñas.
Pero, dentro de los imanes naturales, existe uno cuya potencia supera al resto: el imán de neodimio. Se extrae de una tierra rara. Este tipo de elementos se denominan así, entre otras cosas, por la dificultad que tienen los científicos para su purificación. La fuerza de atracción entre dos imanes de neodimio, además de permanente, tiene una potencia magnética hasta seis veces mayor que el resto de los imanes naturales. Tienen muchas y muy diversas aplicaciones, entre otras se utilizan para multitud de trucos de magia.
Y este, señores, es el momento en que entra en escena el romanticismo. Es posible el amor eterno, he sido testigo. Amor sincero, incondicional, espontáneo, cómplice y, aun pareciendo mentira, físico.
Es difícil encontrar el imán adecuado, comparable a lo mejor a encontrar el Santo Grial (no en vano sale de una tierra rara). Y no nos puede pasar a todos.
Pero sin perder la esperanza y cruzando los dedos quizá encontremos esa magia imperecedera que nos unirá de por vida, sin reservas ni dudas, a otra persona. Y esa unión nos parecerá la más natural y perfecta del mundo, como un designio divino.
Porque irremediablemente, a pesar de tanta ciencia, será el destino quien una o no nuestros campos electromagnéticos