¡En toda la boca!

Tengo que hacer una confesión. El post anterior lo escribí hace alrededor de dos meses (de hecho, aún tenía veintinueve) y tras algún pequeño retoque lo he publicado hoy mismo.

Siempre he dicho que un sólo segundo basta para cambiarte la vida. Por circunstancias he aprendido que lo que hoy está mañana puede que no. Que hay gente que cree tenerlo todo planeado y que ha montado su vida y es la vida la que se encarga de hacerle saber quién está al timón, cambiándolo todo en un sólo segundo. Lo he dicho tantas veces que no logro entender cómo lo olvidé.

Pues bien, yo había elegido mi camino con absoluta convicción. No tenía mi vida hecha, pero sí encauzada. Recordareis que tenia un buen trabajo (no demasiado bien pagado, es cierto). Vivía en una bonita casa que pronto sería mía (nuestra) y tenía una relación sólida y sincera con el hombre con el que había llegado a la decisión mutua de compartir vida, camino y familia.

Os podréis imaginar cómo sigue la historia. De esas tres cosas sólo conservo mi trabajo. Y aunque en los tiempos que corren podría darme con un canto en los dientes, cuando te falta lo que quieres parece que te sobra el resto.

La decisión fue completamente unilateral, inesperada e irrevocable. La excusa fue completamente inverosímil: "Llevo desde los catorce años con novia. Yo lo que quiero es entrar y salir sin dar explicaciones".

¡¡¡¿¿¿???!!!

Tras cuatro años de buena convivencia, de haber decidido sólo unos meses antes entregar una buena suma de dinero a cuenta del piso y de tener la lista de invitados para la boda escrita con su letra, tamaña estupidez sólo tiene una traducción. Y estoy segura que a ninguna de vosotras se os escapa. Sobre todo cuando os diga que él había cambiado de trabajo tres meses antes a un local de ambiente bastante más relajado del que acostumbraba, por explicarlo de alguna manera.

En dos semanas pasé de tener planes de boda y de comprar piso a estar libre y viviendo temporalmente en casa de mis padres, con todas mis cosas en un guardamuebles. Y es que resulta que el contrato del piso estaba blindado: o los dos, o ninguno.

En el post anterior escribí: Es como si cuando decides "pasar por el aro" te quedas atascado por que tienes un culo enorme. ¿Te acuerdas de Alicia y la madriguera? Pues esto fue como si cuando tras mucho esfuerzo notas que van pasando las caderas y de repente te dan tal patada en la cara que sales despedida del agujero, chocas contra un árbol de espaldas y quedas aturdida en el suelo.



Fue justo eso lo que pensé: ¡ZAS! ¡EN TODA LA BOCA!

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