Encontrar la melodía perfecta

Si hay algo que ha estado siempre conmigo todos los días de mi vida es la música. Cada momento, cada detalle y cada emoción tiene su propia banda sonora. Cada canción me lleva a un punto exacto de mi vida. La música tiene la habilidad de alterar mi estado de ánimo. De ponerme tierna, alegre, triste, eufórica, de hacerme rejuvenecer diez, quince o veinte años. Me ha dado valor, argumentos y explicaciones y me ha servido para cantar lo que no podía decir.

En casa siempre se ha cantado. Mi madre es una  habitual de los conciertos mientras cocina. Creo que si no cocina cantando no pilla bien el punto de sal. Tiene la voz bonita y no desafina, aunque la mitad de las veces se inventa la letra y la canción pierde absolutamente todo el sentido, pero al parecer ella lo entiende porque juro que lo vive. 

Yo canto desde pequeña. Y siempre me he imaginado que estaba en un escenario, frente a un montón de gente. Recuerdo que pillaba un cepillo del pelo a modo de micro, me plantaba justo al lado de la equipo de música (no era una minicadena, sino un equipo de varios módulos) y me pasaba horas cantando una y otra vez el mismo cassete o vinilo desde principio a fin.Y vuelta a empezar. Y mi público imaginario siempre pedía bises.

De adolescente cantaba en corros, de noche en la playa, con guitarras tocadas por mis amigos. Héroes, Los Suaves, Los Rodriguez, Calamaro y Ariel Rot, Extremoduro, Joaquín Sabina, Fito algo después. Cada canción lleva asociada una historia, casi siempre de amor o todo lo contrario. Guns and Roses, los Rolling, Aerosmith, Def Leppard, Janis Joplin se juntaron con Carlos Santana, Oasis, Kiko Veneno, Red Hot Chilli Peppers y hasta Antonio Orozco o Alejandro Sanz.

Con mi familia, en cada acontecimiento, se cantaba carnaval y flamenco, se bailaba hasta que amanecía. 

Ya en Londres me envenenó el jazz. En todas sus modalidades. Me encanta la cadencia y la falta de lógica de cada una de las notas e instrumentos que conforman cada pieza. Conocí a Sinatra, a Dean Martin, al Rat Pack, a Ella Fidgerald, a Miles Davies, a Eva Cassidy, a Norah Jones, a Katie Melua. Prefiero a las intérpretes femeninas. 

Sigo dando conciertos. Hay un pase diario por cada ducha que me doy. Me flipo tanto que he llegado a lavarme tres veces el pelo para hacer tiempo y no salir, me encanta la acústica de las bañeras. Cada vez que estoy sola en casa hay pase extraordinario. Cada día de un tipo de música, yo le doy un poco a todo, cantautores incluidos. 

Siempre quise tocar la guitarra, y ahora que por fin la tengo, pasamos horas y horas abrazadas, yo peleándome con ella, intentando arrancarle algo que se parezca a una canción. 

En esos momentos soy yo, solo yo. Sin apariencias, sin poses, sin frases correctas, sin salidas de contexto. Y todo es lo que yo quiera que sea. Y juego a imaginarme  historias, que ilustran las canciones que voy cantando. 

Hay quien resume su vida en fotos o vídeos. Yo la resumo en canciones que son las que me traen de vuelta cada historia vivida. La música las enriquece y las hace quizás mejores de lo que fueron. 


La expresión no es mía, sino de un buen amigo. Pero me gusta cada vez más la idea de vivir todos los días encontrando la melodía perfecta.