Gente plomo, gente corcho

Cada persona es un mundo y actúa ente las adversidades como buenamente puede. Pero pueden dividirse básicamente en dos grupos: gente plomo y gente corcho. Esto depende fundamentalmente de la personalidad de cada uno. La definición es clara: el plomo se hunde y el corcho siempre flota. Pero hay algo innato a todo ser vivo: el instinto de supervivencia. Ese que te hace seguir respirando.

Entre la confusión y la sorpresa de los días que siguieron a aquello, tomé varias decisiones.

La primera fue no gastar más del tiempo necesario en lamentarme. Me dí exactamente dos semanas. El tiempo que necesitaba para desmantelar el piso y arreglar todo el papeleo. Fueron días muy negros. Claro que lloré. Todo y más. Por cada recuerdo, por cada ilusión, por todo lo que iba a ser y ya nunca sería. Pero nunca perdí el norte. A la vez que la puerta del piso, cerré la puerta al pasado. Y salí a la calle. Dispuesta a no perderme absolutamente nada.

Compré dos botellas de Louis Roederer, champagne. Convencida de que tendría cosas importantes que celebrar.

Decidí también retomar todos aquellos proyectos que había aparcado y aprovechar todas las oportunidades que la vida me diera. Agucé la vista y el oido para verlo y oirlo todo. E hice todo lo que me hacía sentir bien. Y sigo haciéndolo.

No podemos permitirnos perder la ilusión por una bofetada. Si no seguimos avanzando nunca sabremos qué hay al final del camino.

Yo no soy más fuerte ni más valiente que nadie. Yo también sentí que me hundía por momentos, justo como un plomo. Pero siempre hay gente dispuesta a ayudarte a salir a flote. Y aquellos días tan negros los iluminaron mi familia y mis amigos. Los de siempre y muchos nuevos. Esta es justamente la gente corcho: la que por nada del mundo dejaría que tocaras fondo.

Habíamos dejado a una Alicia aturdida, tirada contra un árbol. Desorientada en medio del bosque.

¿Qué crees que hizo? Se miró las heridas, evaluó los daños y, tras darse cuenta que el tiempo las cerraría, se levantó. Buscó el camino más soleado y empezó a andar, con otra lección aprendida, muchas aventuras por vivir y la convicción de que, para seguir la senda sólo tenía que poner un pie delante del otro.



Y es que, aunque por momentos no lo creas, el corcho siempre sale a flote. Y si el corcho es de champagne, mejor que mejor.

7 comentarios:

  1. aamen¡¡ me alegro que pienses así.No olvides que además de que el tiempo cura las heridas, también pone a la gente y a las cosas en su lugar.muchos besos¡¡

    ResponderEliminar
  2. viva la gente corcho, valiente, fuerte y con ganas de vivir con alegría y disfrutando. Con ese optimismo vas a conseguir mucho en la vida, sin que ello signifique que no vayas a tener malos momentos.
    Una vez mas chapó por la reflexión, super interesante.

    ResponderEliminar
  3. te he dejado un premio en mi blog besos

    ResponderEliminar
  4. El tiempo da a cada uno lo que se merece... ante cada contratiempo que me encuentro o fatalidad existencial me hundo, lloro, me lamo las heridas y salgo a la superficie con ganas de respirar y continuar con lo positivo que me trae la vida... la vida es muy corta para lamentarse...

    ResponderEliminar
  5. Es fantástico que puedas hacer una reflexión tan inteligente ante una situación difícil. Estoy segura de que tu actitud, tan positiva y tan valiente, te va a ayudar siempre y de que lo que estás viviendo ahora es sólo un pequeño contratiempo. Sin duda, te espera gente, momentos y lugares maravillosos por vivir y compartir.
    Un abrazo fuerte

    ResponderEliminar